domingo, 24 de febrero de 2013

Quiero serlo.

Y aquí estoy yo de nuevo, escribiéndote a ti, a ese sueño inalcanzable, a esa esperanza perdida, a esa piedra en el camino que nunca logro saltar. No logro o no quiero saltar, no se cuál de las dos cosas. Pero el caso es que sigues ahí, como una espina clavada, como una herida aún sin cicatrizar, que a veces duele, otras solo escuece y otras ni se siente. Y sigo pidiéndole explicaciones a la vida que ni el tiempo me las ha sabido dar. ¿Por qué eres así? ¿Por qué te comportas como un bumerán? ¿Cuál sera el día en el que te irás tan lejos que ya nunca volverás? ¿Te irás?... El vello se me eriza solo de pensarlo. No. No quiero pensar que te irás. No quiero que recojas tus recuerdos y me cierres la puerta. Quiero que me abraces fuerte y que me digas al oído ese "no te olvido" que tanto me gusta escuchar. Y quiero que sea así, que me cojas de la mano y escapemos a cualquier lugar, que observemos el atardecer encima de tu moto y que miremos las estrellas por la ventana de la buhardilla. Quiero ver ese coche blanco esperando en mi puerta contigo dentro y esos viernes contigo hasta las tres de la mañana. Quiero ser tu carpe diem. 

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